jueves, 21 de marzo de 2013

HASTA QUE SE DEMUESTRE LO CONTRARIO


La ojota derecha de la Nancy hacía ese repiqueteo del talón al piso que indignaba al gringo Berto. La primera razón era su incapacidad para imitarla en esa percusión; la segunda, a Berto, se le venía una cagada a pedos. Y ahora, explicáme por qué llegas tarde, inquirió ella, impaciente. La respuesta, días después de acaecidos los hechos, trato de citarla como él me la transmitió.

Mi amor, no me vas a creer lo qué pasó. Estaba en la parada de colectivos, frente a la clínica, donde lo tomamos siempre que volvemos del centro. Llegó una ambulancia y bajaron a un abuelo para hacerle unos estudios. La ambulancia estaba sola cuando llegó un inspector municipal, el tipo se bajó de la moto y sacó el boletero. Yo, mi amor, me quede mirando porque viste que siempre soñé con ser inspector de tránsito. A mí ya me parecía que estaba mal estacionada, casi sobre la parada del colectivo impidiendo que los pasajeros, como yo, abordáramos el colectivo con cierta seguridad. El inspector, con mi mismo criterio, llamó a la grúa para que la retiren. Yo lo veía, con esos lentes oscuros que tienen y esa radio, parece el piloto de Lobo del Aire. Siempre me pregunté si esa ropa de cuero que usan será caliente para esta época del año, vaya a saber uno. Cuando los enfermeros de la ambulancia salieron con el abuelo en la camilla vieron la ambulancia ya enganchada en la grúa. Ahí empezó todo. Se pusieron a discutir con el inspector y el resto de los municipales que querían dejarlos a pata. El abuelo, recostado y cubierto con mantas, empezó a piropear a las viejitas que salían de misa de seis. Yo ahí me reí y me acerque al viejo para escuchar las giladas que les decía. Una de ellas coordinó, con unas siete u ocho viejas más, un bloqueó a la grúa porque les parecía un abuso de autoridad por parte del piloto de Lobo del Aire, que ya se había sacado el casco y los lentes reglamentarios. Don Leopoldo, así me dijo que se llamaba el viejito, me contó que se vino a hacer unas placas de tórax por su cáncer de pulmón, al tiempo que me pedía un cigarrillo. Me negué. Él se incorporó de la camilla y me inmovilizó a golpes de puño. Ves, acá tengo el moretón en el cuello. Debe ser karateka, porque yo una vez lo vi a Kung Fu darle un tatequieto a un vaquero de la misma forma. La cuestión, que el viejo me sacó la billetera y se fue hasta el kiosco a comprar un atado de rubios. Volvió echando humo, me devolvió la billetera, menos la plata de su compra, y se recostó de nuevo. Me dijo que le había dado chucho y que ya no estaba para esos trotes. Yo y él, solamente, sabemos esa parte de la historia. El resto estaba atento al secuestro de la ambulancia. Ya había unas quinientas personas alrededor de la escena. Un policía, por lo que se comentaba en la parada, tocó el hombro de unas de las viejitas de misa de seis y, automáticamente, organizaciones feministas se pararon en frente del viejerio para defenderlas del atropello de la ley. A todo esto, abogados del municipio y abogados de la empresa dueña de la ambulancia negociaban, en un bar cercano, una salida pacífica del conflicto. La cosa se puso espesa cuando manifestantes de izquierda tomaron cartas en el asunto. Cubrieron de una bandera roja la ambulancia y empezaron a organizar una cooperativa de traslados médicos. La bandera era del color de los pañuelos que cubrían las caras de los activistas. Su presencia amenazante  alertó al comisario que requirió la presencia de Infantería. No hace falta decirte, amor, que la llegada de perros de la policía agregó más actores al asunto. La protectora de animales cayó con pancartas a favor de su liberación, la de los perros, claro. Parece ser, que una ovejero alemán de unos 15 años viene reclamando desde hace tiempo la liberación de uno de sus cachorros. Dicen, que la perra madre lo vio una vez en el noticiero cuando mostraban unos incidentes en un partido de fútbol. Hasta dicen que esa historia inspiró la película Liberen a Willy pero esa parte yo no la creo. Obviamente con tanto lio la avenida se cortó y el colectivo no pasaba más. Yo y otros usuarios intentamos armar una marcha en contra de semejante atropello; no lo hicimos. Es que la asamblea de la Pa.To.C.C.C.C. (Pasajeros que Toman el Colectivo Cerca de la Clínica del Centro) decidió redactar un documento para presentar nuestro repudio al operativo que se realizaba, supuestamente, con el objetivo de asegurarnos nuestro ascenso al bondi. Cuando íbamos a leerlo a los medios de prensa que estaban presentes, un funcionario de la municipalidad nos robó cámara para anunciar el fin del conflicto. Off the record, supe que la ambulancia fue llevada por la grúa porque todo se resolvió en la mesa chica de aquel bar cercano. Era la mesa más chica del bar, circular, y ahí armaron un sexto al truco. Salieron derrotados, en punto y hacha, los de la empresa de traslados médicos. Pagaron la cuenta de los cafés y perdieron la ambulancia. Todos los presentes celebraron el acuerdo como un triunfo del azar y el entendimiento y cada uno se fue a su casa.

-Berto, y la Nancy te creyó –le pregunte el día que me contó la historia.

-Todo, salvo dos cosas. Que el moretón, según ella, era un chupón y no un golpe de Kung Fu. Y que la historia no explicaba por qué yo no traía camisa debajo del saco. Entonces le dije la pura verdad. Don Leopoldo se abrazó con la mujer que le correspondió sus piropos y que había iniciado el piquete. Acordaron ir a tomar una copa a una confitería cercana. Él, sin ambulancia, quedaba a pata. Así que vino y me dijo, Berto, dame tu camisa y prestame plata. Le dije que no y se incorporó en una pose de artes marciales. Como las que hacía Kung Fu pero sin la quena. Y viste cómo es, cuando uno se quema con leche. Así que le entregué la camisa.

- ¿qué te dijo la Nancy?  

 - No me vas a creer, pero justo cuando le contaba a ella, en el noticiero se veía el momento en el  que yo, en cueros, le daba la camisa al Leopoldo. La periodista decía que uno de los manifestantes se sumó a la marcha desnudándose. La movilera no sabía que yo era miembro de la Pa.To.C.C.C.C. Es increíble como la tele te engorda ¿no?